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domingo, 28 de agosto de 2011
Manuel Scorza nació en Lima el 9 de setiembre de 1928. Luego de pasar algunos años en Acoria, departamento de Huancavelica, volvió para terminar su formación escolar en el Colegio Militar Leoncio Prado. En 1945 ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y comenzó una etapa de febril actividad política.
En 1948, a los 20 años, Scorza se vió obligado a salir del país en calidad de exiliado. "Fueron años de aprendizaje bajo el rigor y la dureza. Dejaron huellas inextinguibles en el joven Manuel Scorza, pero él las pudo transmutar en una poesía de vigorosa expresión, de logrado pulso. Muchos de los versos que integrarían su primer poemario, "Las imprecaciones" (México: 1955), son fruto del desconsuelo en que se halla inmerso el exiliado.
El poeta mexicano Rubén Bonifáz Nuño le recuerda en aquellos años de exilio: "Conocí a Manuel Scorza cuando, desterrado de su patria, alimentaba en la mía sus poderes y sus debilidades. Compañeros fuimos, en la miseria y en el odio. Hermanos de ese sentimiento de náufragos frente al mal, sentimiento que hace envejecer antes de tiempo, que hiere con polvorientas arrugas la piel del alma triste. Ahora, con sólo recordar, comprendo muchos de los significados de sus palabras y de su vida"."(1)
No volvió hasta el fin de la dictadura, diez años después, obteniendo ese mismo año el Premio Nacional de Poesía con "Las Imprecaciones", su primer poemario, publicado en México hacía tres años.
" Manuel Scorza abre una etapa cultural realmente notoria y absolutamente novedosa. El novelista cubano Alejo Carpentier da cabal noticia: "Este peruano preocupado por la cultura de su pueblo y de América toda se dio a la tarea un tanto riesgosa pero entusiasta de preparar el Primer Festival del Libro con una seleccion de diez mil volumenes de autores clásicos americanos. Las quince mil colecciones a la venta en quioscos situados en distintos lugares de la capital se agotaron en menos de una semana".
La experiencia se repetiría con idéntico éxito en Colombia, en Venezuela, en Cuba. Consistía en editar a bajo costo y en poner los volúmenes a la venta evitando intermediarios. Manuel Scorza era ahora un editor popular."
Fue en su obra narrativa, sin embargo, donde Scorza encontró el espacio ideal para explayarse sobre los problemas sociales del Perú. Su primera novela, "Redoble Por Rancas" forma parte de un ciclo denominado La Balada (también llamado La Guerra Silenciosa) donde, desde una óptica eminentemente poética que fusiona mitos ancestrales e historia, Scorza muestra la antigua lucha de los campesinos para recuperar sus tierras.
Las demás novelas que componen este ciclo, "Historia de Garabombo el Invisible"(1972), "El Jinete Insomne"(1977), "Cantar de Agapito Robles"(1977) y "La Tumba del Relámpago", continúan uniendo el realismo social a la fantasía poética.
Esta serie de novelas, traducida a más de 40 idiomas, de ha constituido en una de las más difundidas y reconocidas de la literatura peruana en este siglo.
En 1968, en plena efervescencia de las luchas campesinas en la sierra central, y en virtud a su activa participación a través de un movimiento político indigenista, Scorza se ve obligado a abandonar nuevamente el país con destino a París.
"(...) Es lector de literatura hispanoamericana en la Ecole Normale Superieure de Saint Cloud. Lleva consigo dos manuscritos, un poemario y una novela: "El vals de los reptiles" y "Redoble por Rancas". Se publican el mismo año, 1970. El primero, en México; el segundo, finalista del Premio Internacional Planeta, en Barcelona."
Manuel Scorza dejó de existir a los 55 años de edad, cuando su obra estaba en plena vigencia y acababa de publicar, apenas en febrero de ese año, su última novela: "La Danza Inmóvil", que significaba una ruptura radical con el ciclo de La Guerra Silenciosa.
La madrugada del 28 de noviembre de 1983, el boeing 747 de la compañía colombiana Avianca, que iba a aterrizar en el aeropuerto de Barajas (Madrid), con destino final Bogotá, cayó a tierra un minuto antes de llegar al aeropuerto madrileño, cegando la vida de de uno de los más importantes poetas y narradores peruanos de este siglo.
OBRAS:
- Las Imprecaciones (1955)
- Los adioses (1959)
- Desengaños del mago (1961)
- Réquiem para un gentil hombre (1962)
- Poesía amorosa (1963)
- El vals de los reptiles (1970)
- Poesía incompleta (1970)
- Ciclo de novelas "La Guerra Silenciosa":
- Redoble por Rancas (1970)
- Historia de Garabombo el Invisible (1972)
- El jinete insomne (1977)
- Cantar de Agapito Robles (1977)
- La tumba del relámpago (1979)
- La danza inmóvil (1983)
ALGUNOS POEMAS:
Del poemario "LAS IMPRECACIONES" (México 1955)
VOY A LAS BATALLAS
SED FELICES PARA QUE
YO NO MUERA
América,
aquí te dejo.
Me voy a las batallas.
Luchar es más hermoso que cantar.
Yo te digo,
a pesar del dolor,
a pesar de las patrias derrumbadas,
ama a los gorriones.
Yo sé que es difícil
hallar entre las tumbas un lugar para la risa.
Yo mismo, a veces, caigo,
y el viento
levanta mi cara como una alfombra rota,
pero aun en las celdas,
bajo la lluvia,
yo no perdí la fe.
Amigos,
aunque os golpeen,
jamás perdáis la fe;
aunque vengan días sucios,
jamás perdáis la fe,
aunque yo mismo os ruegue de rodillas,
no me creáis,
amad la vida,
¡guardad rocío
para que las flores
no padezcan las noches canallas que vendrán!
Sed felices, os ruego,
salid de los cuartos sombríos,
sed felices para que yo no muera.
Yo no escribí estos cantos
para dar espuma a las muchachas.
Yo canté porque los dolores
ya no cabían en mi boca:
yo siempre estuve aquí
peleando con mastines de pavorosa nieve;
conozco todas las caras,
he visto a los deudores tratando
de meterse en sus zapatos cada amanecer.
¿Dónde no estuve?
¿En qué pantano no bebí?
¿a qué pozo no rodé?
Ay, a mi alma caían las cáscaras
que amargas cocineras pelaban.
Amigos: en mi corazón jamás reinó silenció,
yo oí todas las voces,
escuché a las sábanas quejarse,
supe cuando las criadas escribían cartas de tristeza,
y cuando no llegó a tiempo el único pie del cojo,
y canté, América, los dolores,
y recliné en ti mi cabeza.
Más ahora digo:
degollad la tristeza,
cantad frente al mar.
Dadme la mano, amigos.
Amo la tierra flaca
que me siguió cojeando a los destierros.
No quise confesarlo antes.
Era difícil,
me ahogaba el esqueleto,
el aire me dolía,
la voz me llagaba
pero ahora te amo.
no soy herrero,
ni jinete, ni sembrador.
Yo sólo sé cantar, pero te amo;
¡también la aurora se construye con canciones!
Amigos,
os encargo reir!
Amad a las muchachas,
cuidad a los jazmines,
preservad al gorrión.
No me busquen amargos en la noche:
yo espero cantando la mañana.
Un gran viento se levanta.
Hay demasiado dolor.
Un gran viento se levanta.
He visto arder extraños ríos.
Un gran viento se levanta,
preparad la hoguera,
preparaos.
Aquí dejo mi poesía
para que los desdichados se laven la cara.
Buscadme cuando amanezca.
Entre la hierba estoy cantando.
Del poemario "Las Imprecaciones" - 1955
ALTA ERES AMÉRICA
Alta eres, América,
pero qué triste.
Yo estuve en las praderas,
viví con piedras y espinas,
dormí con desdichados,
sudé bajo la nieve,
me vendieron en tristísimos mercados.
!En tu árbol
sólo he visto madurar gemidos!
Bella eres, América,
pero qué amarga,
qué noche, qué sangre para nosotros.
Hay en mi corazón muchas lluvias,
largas nieblas, patio amargo;
la pura verdad, en estas tierras,
uno a veces es tan triste
que con sólo mirar envenena las aguas.
Alta eres, bella eres,
pero yo te digo:
no pueden ser bellos los ríos
si la vida es un río que no pasa;
jamás serán tiernas las tardes
mientras el hombre tenga que enterrar su sombra
para que no huya agarrándose la cabeza.
Entonces,
?de dónde trajeron los poetas
la guitarra que tocaban?
Yo te conozco,
dormí bajo la luna sangrienta,
despintaron mis ojos las lluvias,
quedéme al fin moribundo:
el cruel atardecer
me dio su enredadera de pájaros violentos;
en salvajes llanuras
destejí con mis manos implacables tinieblas,
en las casas entré y en las vidas,
pero jamás vi una sonrisa habitada.
Pregunté por la Alegria.
No respondió nadie.
Pregunté por la Felicidad.
No respondió nadie.
Pregunté por el Hombre.
No respondió nadie.
Tu corazón estaba obscuro al fondo de la noche.
?Qué quieren, pues, que cante?
Ya se quemó el pez en las sartenes,
ya caímos en la trampa.
Por favor, abran las ventanas.
Aquí el pájaro no es pájaro sino pena con plumas.
Del poemario "Las Imprecaciones" - 1955
YO SOY EL DESTERRADO
América,
a mí también debes oírme.
Yo soy el estudiante pobre
que tiene un sólo traje y muchas penas.
Yo soy el provinciano
que no encuentra la puerta en las pensiones.
Te digo en las calles,
y en las azoteas y en las cocinas,
y al fin de cada día y en mi pecho,
algo se está muriendo.
A mí también debes oírme.
Yo soy el desterrado,
yo vagué por las calles
hasta que los perros cerraron sus alas
sobre mi corazón.
Acuérdate, acuérdate de mí.
Hay días
que no tengo ganas de ponerme los ojos,
días en que los pájaros
se pudren en mitad del vuelo.
Ay, orgullosa,
a ti no te hablaron de cuartos inmundos,
tu no sabes lo que es vivir con una mujer
que zurce la ropa llorando.
Porque durante siglos los poetas callaron,
y en el silencio sólo se escuchaba
un susurro de abejas que sonaba.
Pero un día ya no se pudo más,
y el dolor comenzó a mancharlo todo:
la mañana,
el amor,
el papel donde cantábamos.
Un día el dolor empezó a gotear desde abajo,
daban los muros gritos desgarradores,
una mano amarguísima derribó mi pecho.
Ahora vengo a ti gimiendo,
aquí está mi voz encarcelada,
aquí estoy yo, debajo de esta frente, derrumbado.
VOY A LAS BATALLAS
SED FELICES PARA QUE
YO NO MUERA
América,
aquí te dejo.
Me voy a las batallas.
Luchar es más hermoso que cantar.
Yo te digo,
a pesar del dolor,
a pesar de las patrias derrumbadas,
ama a los gorriones.
Yo sé que es difícil
hallar entre las tumbas un lugar para la risa.
Yo mismo, a veces, caigo,
y el viento
levanta mi cara como una alfombra rota,
pero aun en las celdas,
bajo la lluvia,
yo no perdí la fe.
Amigos,
aunque os golpeen,
jamás perdáis la fe;
aunque vengan días sucios,
jamás perdáis la fe,
aunque yo mismo os ruegue de rodillas,
no me creáis,
amad la vida,
¡guardad rocío
para que las flores
no padezcan las noches canallas que vendrán!
Sed felices, os ruego,
salid de los cuartos sombríos,
sed felices para que yo no muera.
Yo no escribí estos cantos
para dar espuma a las muchachas.
Yo canté porque los dolores
ya no cabían en mi boca:
yo siempre estuve aquí
peleando con mastines de pavorosa nieve;
conozco todas las caras,
he visto a los deudores tratando
de meterse en sus zapatos cada amanecer.
¿Dónde no estuve?
¿En qué pantano no bebí?
¿a qué pozo no rodé?
Ay, a mi alma caían las cáscaras
que amargas cocineras pelaban.
Amigos: en mi corazón jamás reinó silenció,
yo oí todas las voces,
escuché a las sábanas quejarse,
supe cuando las criadas escribían cartas de tristeza,
y cuando no llegó a tiempo el único pie del cojo,
y canté, América, los dolores,
y recliné en ti mi cabeza.
Más ahora digo:
degollad la tristeza,
cantad frente al mar.
Dadme la mano, amigos.
Amo la tierra flaca
que me siguió cojeando a los destierros.
No quise confesarlo antes.
Era difícil,
me ahogaba el esqueleto,
el aire me dolía,
la voz me llagaba
pero ahora te amo.
no soy herrero,
ni jinete, ni sembrador.
Yo sólo sé cantar, pero te amo;
¡también la aurora se construye con canciones!
Amigos,
os encargo reir!
Amad a las muchachas,
cuidad a los jazmines,
preservad al gorrión.
No me busquen amargos en la noche:
yo espero cantando la mañana.
Un gran viento se levanta.
Hay demasiado dolor.
Un gran viento se levanta.
He visto arder extraños ríos.
Un gran viento se levanta,
preparad la hoguera,
preparaos.
Aquí dejo mi poesía
para que los desdichados se laven la cara.
Buscadme cuando amanezca.
Entre la hierba estoy cantando.
Del poemario "Las Imprecaciones" - 1955
ALTA ERES AMÉRICA
Alta eres, América,
pero qué triste.
Yo estuve en las praderas,
viví con piedras y espinas,
dormí con desdichados,
sudé bajo la nieve,
me vendieron en tristísimos mercados.
!En tu árbol
sólo he visto madurar gemidos!
Bella eres, América,
pero qué amarga,
qué noche, qué sangre para nosotros.
Hay en mi corazón muchas lluvias,
largas nieblas, patio amargo;
la pura verdad, en estas tierras,
uno a veces es tan triste
que con sólo mirar envenena las aguas.
Alta eres, bella eres,
pero yo te digo:
no pueden ser bellos los ríos
si la vida es un río que no pasa;
jamás serán tiernas las tardes
mientras el hombre tenga que enterrar su sombra
para que no huya agarrándose la cabeza.
Entonces,
?de dónde trajeron los poetas
la guitarra que tocaban?
Yo te conozco,
dormí bajo la luna sangrienta,
despintaron mis ojos las lluvias,
quedéme al fin moribundo:
el cruel atardecer
me dio su enredadera de pájaros violentos;
en salvajes llanuras
destejí con mis manos implacables tinieblas,
en las casas entré y en las vidas,
pero jamás vi una sonrisa habitada.
Pregunté por la Alegria.
No respondió nadie.
Pregunté por la Felicidad.
No respondió nadie.
Pregunté por el Hombre.
No respondió nadie.
Tu corazón estaba obscuro al fondo de la noche.
?Qué quieren, pues, que cante?
Ya se quemó el pez en las sartenes,
ya caímos en la trampa.
Por favor, abran las ventanas.
Aquí el pájaro no es pájaro sino pena con plumas.
Del poemario "Las Imprecaciones" - 1955
YO SOY EL DESTERRADO
América,
a mí también debes oírme.
Yo soy el estudiante pobre
que tiene un sólo traje y muchas penas.
Yo soy el provinciano
que no encuentra la puerta en las pensiones.
Te digo en las calles,
y en las azoteas y en las cocinas,
y al fin de cada día y en mi pecho,
algo se está muriendo.
A mí también debes oírme.
Yo soy el desterrado,
yo vagué por las calles
hasta que los perros cerraron sus alas
sobre mi corazón.
Acuérdate, acuérdate de mí.
Hay días
que no tengo ganas de ponerme los ojos,
días en que los pájaros
se pudren en mitad del vuelo.
Ay, orgullosa,
a ti no te hablaron de cuartos inmundos,
tu no sabes lo que es vivir con una mujer
que zurce la ropa llorando.
Porque durante siglos los poetas callaron,
y en el silencio sólo se escuchaba
un susurro de abejas que sonaba.
Pero un día ya no se pudo más,
y el dolor comenzó a mancharlo todo:
la mañana,
el amor,
el papel donde cantábamos.
Un día el dolor empezó a gotear desde abajo,
daban los muros gritos desgarradores,
una mano amarguísima derribó mi pecho.
Ahora vengo a ti gimiendo,
aquí está mi voz encarcelada,
aquí estoy yo, debajo de esta frente, derrumbado.
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